He de confesar que la elección de Pedro Sánchez como futuro secretario general del PSOE, dentro de los candidatos, me pareció la mejor.
El sectario Madina me daba mucho miedo, y Pérez Tapias no iba a salir salvo milagro.
Pedro Sánchez, dentro del elenco de insignes Socialistas, es de los pocos que ha trabajado en el sector privado, está bien preparado, habla inglés (Rajoy, Zapatero, Aznar... aprended) y tiene una fotogenia prestidigitadora.
Evidentemente (y más con la escalada de Podemos) el listón se ha bajado al mínimo, y no es la solución deseada para el PSOE, que necesita estar más fuerte que nunca para volver a reunir el voto de la izquierda, escorado hacia la formación de Pablo Iglesias.
Pero, al menos, Sánchez apuntaba maneras. Atención: apuntaba.
Por tanto, no puedo evitar preguntarme, dadas sus últimas actuaciones: ¿por qué, Pedro?
¿Eres solo el que guardará el asiento a Susana Díaz?; ¿acabas de llegar y ya debes tantos favores como para no poder moverte sin que el amo te ajuste la correa?
Que Susana Díaz sea la gran esperanza del PSOE, la jefa del cotarro, provoca pavor.
Nunca ha ganado nada, apenas tiene formación, ampara los ERES, encarna lo peor de la 'Casta' y su único logro fue estar ahí cuando José Antonio Griñán tiró de dedazo.
También, me imagino, suyo es el logro de haber catapultado a Sánchez a la Secretaría General con los votos de los andaluces.
Porque, si no, resulta difícil de explicar el giro de Sánchez, nada más empezar a mandar. Aunque interesadas, las llamadas al 'montaje' en la elección de Sánchez, tienen bastante sentido.
¿Estos son tus principios, Pedro? Si así quieres aglutinar el voto de la izquierda española, me temo que Susana Díaz no tendrá partido Socialista Obrero Español (como mucho, Andaluz) que heredar.
¿Cálculo político o antesala del batacazo? Sea una cosa o la otra, los españoles salimos perdiendo, tendamos o no hacia la izquierda.
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