No quiero fastidiarle a nadie la jornada de reflexión previa a las Elecciones Europeas del domingo 25 de mayo. Así que mejor ir al grano un día antes.
Huyo del voto por fidelidad. No hay nada más peligroso que votar siempre al mismo partido 'haga lo que haga o diga lo que diga'. El voto es nuestro derecho (uno de los pocos que realmente sí tenemos), y utilizarlo de la mejor forma posible, con responsabilidad, debería ser lo normal, lo deseable, lo habitual en una Sociedad sana. Todos los partidos políticos deberían animar a los ciudadanos a votar en conciencia, y a informarse antes de hacerlo.
Tampoco estoy aquí para recomendar a nadie que vote a tal o cual Partido. Cada persona es mayorcita y debe ser capaz de, al menos, recabar todos los puntos de vista para después decidir sobre el futuro de Europa.
Pero sí puedo opinar sobre mi percepción de esta Campaña, la más convulsa de los últimos años y, también, la de más bajo nivel desde que tengo uso de razón y edad suficientes como para votar con propiedad.
En las Elecciones Europeas deberíamos hablar de Europa. Esto, que parece una perogrullada, no ha sido la nota predominante de los dos partidos principales. Ambos, instalados en el localismo, han encarado las elecciones como si fueran las generales. Además, una vez superadas las vacuidades en los argumentos tanto por un lado como por el otro, lo siguiente ha sido tirarse al cuello del oponente, haciendo del populismo y la agitación barriobajera su santo y seña.
Si el mayor sustento intelectual de un discurso político tan importante como el que decidirá el destino de Europa se cimenta sobre el machismo, la soberbia e inoportunidad de unos y las peroratas de otros, vamos listos. Durante la campaña me he sonrojado y avergonzado al presenciar un circo reducido a lo mínimo imprescindible, lleno de eslóganes de anuncio mal hecho y soflamas tan grandilocuentes en la forma como inexistentes en el fondo.
Ni PP ni PSOE han hablado de Europa, ni estado a la altura. Han sublimado sus miedos ante la desbandada de muchos de sus votantes que aún piensan con la cabeza y han decidido tirar del opio del pueblo, demostrando una decadencia moral e intelectual que se veía venir desde hace décadas, agudizada por el azote de una Crisis inclemente que nos ha llevado a todos por delante.
El voto útil, dicen. La perfidia con la que juegan con el término, con el lenguaje en general, es insultante. El voto útil debe ser cualquiera (a cualquier partido) que resulte constructivo al votante del que emana. Quien quiera votar a los dos partidos mayoritarios porque está convencido de lo acertado de su discurso, que lo haga. Faltaría más que fuera yo dando lecciones o acusando de tirar a la basura el voto a nadie.
Pero, de entre todas las declaraciones escuchadas, artículos leídos, debates televisados vistos, Programas electorales escudriñados etcétera, solo he visto a los Partidos de nueva creación, o los ya establecidos y mal llamados 'minoritarios' por PP y PSOE, hablar de Europa. Y también hablar de los problemas reales de España, e incluso de cómo resolverlos con argumentos de cierto peso.
Es más, hasta algunos Partidos Nacionalistas (antes de tirarse al monte Independentista) han exhibido argumentos sobre Europa con más sustrato intelectual que Cañete y su séquito, o Valenciano y el suyo.
Que cada uno vote a quien le de la gana pero, por favor, que lo haga desde el conocimiento. Que, realmente, haga de su voto algo útil para el bien de Europa y los Europeos.
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